Hoy no aplica el dicho de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Los años que hemos dejado atrás han sido extremadamente difíciles para el país. Por lo tanto, vivimos un gran desafío en los tiempos que corren. Los escenarios que se vislumbran alrededor del acuerdo de paz, pueden conducirnos por muy distintos caminos, desde asumir la paz con la tibieza que nada transforma, hasta batirnos en una mayor polarización y por ende agudizarse el conflicto. Cuando evaluamos resultados de procesos semejantes, la experiencia histórica indica que ha sido más fácil acallar la voz de los contradictores a través de la violencia y la guerra sucia. El presente no es la excepción, y esperamos que las posturas más radicales en contra del Acuerdo de Paz puedan transformarse y comprender lo que esta hora significa para una mayoría.

No obstante nos asaltan esos temores actualmente los colombianos estamos mejor posicionados para avanzar en el actual proceso de paz. De una parte, sabemos y existe la consciencia de la necesidad de una mayor inclusión social; han disminuido los índices de analfabetismo, mejorado las comunicaciones con las áreas más alejadas del territorio y, lo que es más importante, amplios sectores desean recuperar los años perdidos y entregar un mejor país a las nuevas generaciones.Un grupo sustancial de quienes dirigen el país ha estado durante años interesado en lucrarse personalmente y no en prestar un servicio al país.

El porvenir no es precisamente fácil, porque la verdadera paz nos obligará a participar activamente en tareas muy complejas. Para lograrla habrá que luchar contra graves flagelos como los altos índices de pobreza y desigualdad, los serios problemas de salud pública, el desprecio frente a los trabajadores del campo y en general por la vida rural, las bandas criminales y sobretodo el desentendimiento por lo propio y el gusto indiferenciado por lo extranjero. Aún no hay la convicción general de que cada una de nuestras acciones redundarán en efectos para el conjunto de la sociedad.

Desde mi percepción, de los muchos aspectos que tendrán que cambiar sustantivamente, tres serán centrales para lograr una efectiva paz. Estos tres aspectos, enraizados en nuestros comportamientos, poseen una carga histórica. A continuación, los enunciaré brevemente:

La radicalización a la que ha llegado el conflicto tiene que ver con el afianzamiento secular de prácticas clientelistas y corruptas, como también con la inoperancia y la falta de preparación de algunos de los funcionarios del Estado. La clase política colombiana deberá cambiar si deseamos tener una verdadera paz. Un grupo sustancial de quienes dirigen el país ha estado durante años interesado en lucrarse personalmente y no en prestar un servicio al país.

A partir de la firma de la paz, rápidamente deberán tomarse acciones para que las condiciones de la vida rural colombiana ̶ allí donde el conflicto ha tenido su mayor impacto– puedan transformarse. La legalización de la tierra, la atención a su población y el reparto equitativo de la propiedad rural requieren una particular atención para que pueda hablarse de un verdadero cambio.El mayor de los retos obliga a romper con conductas de discriminación que se han arraigado históricamente y que muchos no reconocen.

Se ha dicho que el que ha sido dominado aprende a dominar. Amplias poblaciones vulnerables en condiciones de desigualdad, tanto indígenas como afrocolombianos, además de ciertas minorías, han estado sometidos a un trato diferencial y excluyente, lo que de alguna manera ha generado odio social. El mayor de los retos obliga a romper con conductas de discriminación que se han arraigado históricamente y que muchos no reconocen. Dar un vuelco a esta situación supone tiempo y requiere una resocialización. Al ser una tarea de todos los días éste quizás sea el reto más difícil para lograr una verdadera paz.

Por todo ello, la paz no viene sellada como resultado de la firma de los Acuerdos y del Sí del plebiscito. La paz viene de revisar estas formas de pensar y actuar que se han enquistado en la sociedad y que son muy difíciles de desarraigar. Para el cambio se requiere de la voluntad de todos y cada uno de nosotros.

FECHA DE ACEPTACIÓN: 18 de Septiembre de 2016